ELEGÍA A LA MUERTE DE LENIN
«Más que el canto de la vida,
más que la muerte misma,
más que el dolor del recuerdo,
más que la angustia del tiempo
es tu presencia en el alma del mundo.
Tú, hombre de alto clima.
Tú, corazón de fuegos dominados
al entrar en la tumba
fuiste como un sol de repente en el invierno,
fuiste como un verano en la muerte,
contigo la muerte se hace más grande que la vida.
Los siglos reculan ante tu tumba,
selvas y ríos vienen en peregrinación
y los países se arrodillan,
las ciudades desfilan como banderas
y como quioscos de música
las aldeas más lejanas son coronas ardientes,
el sol distribuye flores en los caminos
para tu fiesta,
que es la fiesta del hombre.
Las olas saltan unas sobre otras
para llegar primero
a traerte el saludo de sus comarcas remotas,
el ruido de los mares
se confunde en el canto de las multitudes,
tu muerte crea un nuevo aniversario
más grande que el aniversario de una montaña.
Has vencido, has vencido,
una fecha tan profunda como ésta
no han labrado los hombres,
has abierto las puertas de la nueva era,
tu estatura se levanta
como un cañonazo que parte en dos
la historia humana.
Un hombre ha pasado por la tierra
y ha dejado cálida la tierra para muchos siglos,
contigo la muerte se hace
más grande que la vida.
Tú eres la nobleza del hombre,
en ti empieza un nuevo linaje universal
y así como tu vida era la vida de la vida
tu muerte será la muerte de la muerte.
Un hombre ha derrumbado las montañas,
al fondo de los siglos se oyen los pasos de millones de esclavos,
se van alejando sobre el tiempo y el tiempo retumba de eco en eco,
no hay más distancia de una tribu a otra,
tu voz de semilla que traen los vientos venerables,
tu voz, Lenin, cambia la raza humana
y hace una sola tierra de tantas tierras hostiles,
tú eres la forma de los siglos que vienen,
tú eres el Sosías del futuro,
el bramido del odio vuelto canto de amor,
obedeciendo los impulsos de la tierra
gritaste a las conciencias que no sentían el gran ritmo.
Tu clarín no permite que haya disidentes
sombras que se caen del hombre y se dejan morir sobre las rutas,
un hombre ha pasado por la tierra
y ha dejado su corazón ardiendo entre los hombres.
Tú eres la imagen de los siglos que vienen
y ésa es la voz del sembrador
y los hombres levantan sus martillos
y los martillos se quedan suspensos en el aire,
levantan sus hoces y las hoces
se quedan en la luz,
todos oyen, todos oímos
ese latir de tu corazón más allá de la muerte,
ese latir de tu corazón que te vuelve a nosotros y te hace presente.
Podrías decir desde la muerte,
estrellas yo puse en marcha a los hombres.
Eres el ruido de una aurora que se levanta,
eres el ruido de todo un mundo que trabaja,
de todo un mundo que canta,
eres el ruido de un astro victorioso recorriendo el espacio.
Qué lenguaje es ese que golpea
a las rocas de la orilla,
qué alimento es ese que ondea
los trigales infinitos,
qué palabras son esas
que iluminan la noche
y ese latir más allá de la muerte.
Hemos recogido tus palabras
para que todo sea humano y verdadero,
para hacer hombre al hombre
y cuando tu voz haya resonado
en todo el mundo
los tristes los siervos, los ilotas
desaparecerán en las profundas madrigueras
y saldrán hombres por todos los caminos,
qué lenguaje es ese que mata el hambre
y apaga la sed,
qué palabras son esas que visten de calor.
Saltan las cadenas y con ellas salta el hombre.
Murieron los últimos esclavos,
los últimos mendigos
que tenían todas las lejanías de la tierra en sus manos tendidas
y se oye ese latir de tu corazón más allá de la muerte.
El hombre que hace gemir el yunque,
el hombre que hace llorar la piedra,
el hombre que lanza las semillas cerradas a los surcos,
el hombre que levanta casas,
el hombre que construye puentes
y el que escucha el canto de los pájaros
y el que cuenta las estrellas sentado en medio de la noche,
el hombre que fabrica instrumentos y máquinas,
el hombre que cambia la manera de las cosas
y las formas de la tierra,
el hombre que amasa el pan y tiene olor a levadura en la mirada,
el hombre que conduce rebaños de montaña en montaña,
el hombre que guía caravanas en los desiertos más largos de su propia memoria.
Todos oyen
ese latir de tu corazón más allá de la muerte.
El hombre que piensa, el hombre que canta,
el hombre solitario
como la campanada de la una,
las muchedumbres que se mueren lentamente,
todos oyen tu corazón más allá de la muerte,
tu corazón repicando adentro del sepulcro,
contigo la muerte se hace
más grande que la vida,
los siglos reculan ante tu tumba,
selvas y ríos vienen en peregrinación
y los países se arrodillan.
Desde hoy nuestro deber es defenderte de ser dios.»
VICENTE RUIDOBRO
http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-printer-7676.html
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